jueves, 14 de marzo de 2013

No hay permiso

      20  de  Agosto  de  2010
 A la atención de: Santiago Mayayo.
Alcalde del Muy Ilustre Ayuntamiento de Buñuel
 
Muy Señor Alcalde:
            He vuelto a tener respuesta a mis peticiones. Se lo agradezco.
          Una contestación: fría, seca, impasible, hueca, pusilánime, alejada… administrativa, queriendo no dejarse impresionar, como si con usted no fuera la cosa, tomando distancia. ¿De qué va ahora éste…? ¡A darse importancia y a dar la nota…! Hay que ver cuantas cosas han de aparentar algunos políticos para ganarse el jornal y vadear los avatares públicos.
            ¿Total..? ¡p´a qué… p´asconder l´ala bajo la cabeza!
             Vuelvo a empezar:
            La Ley Orgánica 9/1983 dice en su artículo 8 que para la celebración de reuniones en lugares de tránsito público se deberá comunicar por escrito en fecha a la autoridad gubernativa. Punto. En la fecha correspondiente lo comunicaré a la autoridad conveniente. Hoy no se necesita permiso de ni de usted ni de su corporación para celebrar estos actos.
             El permiso era una excusa para solicitar y ofrecer otras cosas a saber:
            -  Quedando a su disposición para si fuera necesario en cualquier momento y lugar o de cualquier manera: 19/04/2010.
             -  La puesta en valor y en conocimiento de las generaciones venideras, lo que sucedió en nuestro pueblo en aquellos días. 25/5/2010.
             -  Que conmemoren estos sucesos de una vez y para siempre… 25/5/201
            -  Estarán dispuestos a colaborar con la financiación y la organización de los eventos de recuerdo, 25/5/2010, como un reconocimiento de lo que sucedió ese verano, ante los hijos de todos aquellos asesinados. 25/5/2010.
            -  En la confianza de que podré contar con su colaboración y que usted contará con la mía, 25/5/2010.
            -  Espero confiado que atenderá la solicitud de financiación que presentaré dentro de unos meses, 30/6/2010, y que también, para que no se magnifiquen dolosamente estos actos, podré contar con su colaboración y que usted contará con la mía, 30/06/2010
Pero usted se aleja de estos ofrecimientos, confianzas y deseos.
Yo esperaba que usted fuera consciente de que los sucesos del verano de 1936, son la parte de la historia: más negra y vergonzante, pero también: la más importante, la más grave, la más trascendente, la más determinante de la historia de nuestro pueblo.
            Y me empieza a dar que usted también la trata de ocultar.
Aquellos asesinatos impunes, dejaron 151 huérfanos en nuestro pueblo: Buñuel. Mucho me ha costado hacer la cuenta exacta de aquellos que se quedaron sin padre en aquellos cuarenta días. Muchos hijos quedaron aquí y nunca han salido de nuestras calles, otros hijos han pasado la vida en un ir y volver, aunque hay otros muchos que se desparramaron cuando salieron del pueblo despavoridos arrastrados por sus madres.
Son muchos los que por circunstancias de la vida han desaparecido.
Pero, entre unos y otros todavía viven 47 de aquellos niños.
Hoy usted puede ver pasear las calles de Buñuel 27 de ellos.
Algunos nunca han vuelto. Y desean volver.
En estos últimos meses, para conocer algunos detalles de aquellos hechos que vengo recopilando desde hace tiempo, he hablado con muchos de estos huérfanos, casi todos son mujeres, echando la tarde en un rato como si hubiéramos entrado en el túnel del tiempo, sentados en la mesa camilla. Ratos: extendidos, conmovedores y transparentes en los que sus palabras llegan al corazón mucho antes que al papel en el que se toma nota.    
 
Y  puede creerme que todavía están muy dolidos por aquellos hechos. No me ha sorprendido su dolor pero si me ha asombrado la intensidad de ese dolor. Ascuas ardientes de carbones viejos.
 No puede hacerse una pequeña idea de lo que todavía sufren esas ancianas, y confiesan, como casi cada día hay alguien que les ofrece una pizca de humillación para que no puedan encontrar consuelo y recuerden que sus padres fueron los que perdieron la guerra. Con estas mujeres uno se sienta y escucha y comprueba que cada vez que hablan de la muerte de sus padres: de cómo lo sacaron de su casa, de cómo les llegó la noticia, de cuánto lo estuvieron esperando, de cómo trataron de encontrarlo… se les arrasan los ojos  y parecen volver a revivirlo. Uno trata de que no le afecte la emoción y recompone su ánimo para seguir oyendo. Ellas cuentan y luego detallan, después personalizan, y sus cuerpos, ahora ajados, todavía tiemblan cuando andan en esos recuerdos, que algunas veces son los suyos y las más de las veces son los recuerdos de sus madres. Uno trata de poner una sonrisa para sentirse más cómodo, aunque seguramente no sea el momento, y al poco rato, se advierte que a ellas, hasta su propia sonrisa, que por simpatía ha aparecido en su cara: les hace daño.
            Puede usted hablar con ellos, sacarles la cuestión de sus padres asesinados a colación y comprobará personalmente lo que le cuento.
            Luego. Vaya y explique.
            Les explique a esas mujeres: por qué de manera oficial, todavía nadie ha reconocido que sus padres fueron asesinados injustamente y nadie ha habido que les reconociera su condición de inocentes.
             Y les explique porqué usted tampoco quiere hacerlo.
             No vaya si no quiere.
             Pero le puedo asegurar que: a todas ellas les duele el alma por dentro. No saben que ocurrió más de lo que vieron, porque sus madres nunca le hablaron para que no aprendieran a odiar y que no odiaran y no odiaron. Y si no acude, también se perderá: poder admirar los orgullosas que están de ellos: de sus padres y de sus madres. Y piense que cada vez que tratamos de ocultar desde la memoria institucional y de olvidar, desde la perspectiva individual o social, estamos pegándoles de nuevo: cuatro tiros a sus padres.

 Es posible que usted piense que ya han pasado muchos años desde que ocurrieron aquellos hechos tan deleznables, aunque, puede que en realidad: las marcas de las balas en la pared del cementerio de nuestro pueblo, todavía los recuerden como muy recientes. El blanco de la cal no los ha ocultado y todavía están allí los contrastes de los plomos que tocaron pared la noche en la que fusilaron a Lucio y a Valentín. Así es como consta en los archivos de la villa en los que se escribe que recibieron el último sacramento de manos del sacerdote Don Agustín Litago Fernández. Parece ser, recojo lo que he oído muchas veces en confidencias de otros viejos, como seguramente usted también habrá oído alguna vez, que: según estos mismos elementos contaban luego, para defenderse a sí mismos y decir que habían sido los otros los que habían disparado sus fusiles, parece ser que repito, que estaban presentes en el fusilamiento de estos dos hombres inocentes: Leopoldo Cillero, Vicente Leorri, Gregorio Sainz y Emeterio Aramburu.
           Fueron los dos últimos asesinados en nuestro pueblo.
           Eran poco más de las cero horas del día veintisiete de agosto de 1936.

 
            La obra: Buñuel, Verano de 1936, De la esperanza al terror, ya está acabada siguiendo el esquema que le expliqué en la mía de 25/5/2010.  Repasándola están para su publicación.
           Han quedado 380 páginas duras, crueles y amargas.
           Ya no se podrá ocultar lo que pasó.
          Quedo a su disposición o la de su Junta de Gobierno.

Esperando sea de su atención.
Muy atentamente
          
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario