miércoles, 27 de febrero de 2013

No nos quieren empadronar

1 de Febrero de 2010
A la atención de: Juan Antonio Pérez
Secretario del muy ilustre Ayuntamiento de Buñuel

Muy Señor mío:
Con fecha 15/6/2009 me dirigí al Señor Alcalde de la villa de Buñuel, para explicarle mi opinión acerca de la negativa, aunque no quedara constancia, por parte de la administración municipal de la que usted es el secretario, a que yo mismo y mi esposa, pudiéramos empadronarnos en el pueblo que nos vio nacer: a los dos, hace más de cincuenta años.

- ¡He de consultarlo con el alcalde…! Nos dijo usted              
- ¡No, no es posible empadronarles…! A los pocos días.
¡Perversa burocracia…! ¡Infortunados funcionarios…!
Han pasado muchos meses y todavía nos duele allí: en lo más profundo.

Usted entenderá que cuando les contaba a mis amigos que no me dejaban empadronarme en mi pueblo… no se lo pudieran creer. Pero Pedro… ¿cómo es posible...? ¿Pero no estás en tu casa… en la de la plaza? ¿En la casa en la que tienes tus cuadros… y los juguetes de tus hijas? ¡Si, sí… pero…!
Han pasado muchos meses y todavía no se lo sé explicar a mis amigos.
Hasta el señor alcalde, sorprendido cuando le preguntaron por la razón por la que no nos habían empadronado, dijo: que se estaba desayunado con la noticia… y que si le escribía tendría contestación. ¡Vaya que si la tendría…!
Han pasado muchos meses y todavía no me ha contestado.
¡No tenía domicilio…! Dice usted.
Tengo y tenía mi casa. Es  la casa en la que llevaba viviendo cuarenta años y dónde nacieron mis hijas… y los propietarios éramos yo y mis hermanos de la misma manera que las casa en las que ellos estaban empadronados no era de ellos sino que era de ellos y mía a partes iguales… ¡que para eso me hizo usted que le llevara la sentencia que lo confirmaba!
¡Hay unas normas municipales que hay que cumplir…¡.
Se escuda.
Parece ser que hay muchos moros y pocos cristianos.
Puede ser, que mi casa, mañana, sea considerada casa patera. Estoy seguro que todavía tienen ustedes empadronado a alguno de mis hermanos en ella.
¡Están enfrentados los dos hermanos y nos quieren meter al Ayuntamiento en medio…¡ Me dicen que dice como no queriendo ofender pero ofendiendo.

Que yo quisiera empadronarme en mi pueblo nada tenía que ver con el hipotético conflicto que tuviera con mis hermanos. Pues usted no tiene ni idea de lo que teníamos o no teníamos… y si tenía alguna idea era la idea que le había contado y usted la había compuesto como había querido… y piensa el fraile que todos son de su aire. Y a mi, cada vez que usted lo dice y lo repite me afrenta
Y mi esposa ¿con quién estaba enfrentada mi esposa?
¡Yo no lo conozco de nada…¡ 
Explicatio non petita acusatio manifesta.
Pues mire usted: estando yo en mi casa, asomado en la terraza viendo las vacas y escuchando la música de la banda, pensaba este verano y recordaba: aquel vallado de la plaza la hice yo siendo adolescente, las barreras de hierro que protegen las bocacalles, las primeras las hice yo siendo joven y la gente se reía… y seguía repasando y recordando que: incluso fui yo, cuando ya era un hombre adulto, quien promovió las acciones judiciales para que quitaran la penitencia con la que cargaban los niños callados que estaban en la escuela de música. Y también soy yo, el intrépido que plantó la primera empresa de las que hoy hay en el polígono industrial… qué quiere que le diga también soy quien ha hecho los cuadros de madera colgados en alguna pared de la casa en la que usted trabaja.
Y más cosas… que para qué le voy a contar.

¡Ahora puede empadronarse si quiere…¡ Como si fuera usted quién para darme permiso… 0 ¿es que ahora le han dado permiso a usted para que me lo dé?
Mi mujer y yo nos queríamos empadronar por una cuestión de amor a nuestro pueblo natal, a nuestras raíces resecas, a nuestra adolescencia y juventud transita… y por razones de reconciliación con nuestro pasado. Apego y recuerdo que nos atraen a una tierra recia, a un viento austero y a un paisaje con el fondo ocre de las Bardenas… independientemente de sus gentes y dirigentes.

A mi me dicen que usted es una buena persona.
Por no echar más leña al fuego, desde esa condición que dicen suya, creo que ya se habrá dado cuenta de la injusticia que cometió conmigo y con mi esposa con su sabia decisión. Comprenderá hasta que punto llegó la humillación que nos regaló sin perder el color de sus mejillas. Será consciente de la iniquidad con la que nos vimos agraviados cuando quiso demostrarnos su nivel de competencia.
Adivinará el pobre concepto que de usted quedó en nosotros.
Yo lo recuerdo funcionario en aquel día, a la defensiva sin haber ataque. Protegido en la trinchera de su mesa de despacho, serio y circunspecto, manejando malamente sus pertrechos… y al final, cogiendo el mismo camino que cogen los medrosos cuando se escabullen.
Pero han pasado muchos meses y usted todavía defiende su actuación.
Muy atentamente

1 comentario:

  1. Cuando me paro a pensar en el entorno, en las cosas, en las
    circunstancias de mi pueblo, de sus gentes y de sus dirigentes, de
    manera individual y colectiva, nunca llego a comprender: ni los
    comportamientos ni sus actitudes. Todo aquello que mantienen
    grandes y pequeños para sentirse orgullosos en el vacío.
    Ahora puede que sea más fácil entenderlos.
    Un pueblo que ha sido capaz de convivir con varias decenas
    de asesinos entre ellos, saludándolos en sus calles, durante más
    de cuarenta años y no es capaz de reaccionar ante la injusticia
    que supusieron aquellos hechos criminales, es un pueblo que en
    su silencio ha caído enfermo y que entre todos sus individuos no
    han sabido prescribir para esta enfermedad más medicina que
    la hipocresía.
    Un pueblo que ha convivido con muchas decenas de viudas y
    huérfanos a cuyos maridos o padres lo han asesinado impunemente
    y los mira con el rabillo del ojo por si acaso son culpables
    de algo que desconocen, es un pueblo que en su propia maldad
    ha caído enfermo y entre unos y otros no han sabido prescribir
    para esta enfermedad más medicina que una hipocresía infinita.
    Un pueblo que calla y que quiere callar y que hace callar al
    que habla, es un pueblo que por mucho que entre todos sus naturales
    se contemplen el ombligo y lo concluyan orondo y perfecto
    es un pueblo que está enfermo y que se pudre tristemente
    en su propio silencio.
    Un pueblo al que la verdad le parece una blasfemia.
    Silencio.

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