1 de Febrero
de 2010
A la
atención de: Juan Antonio Pérez
Secretario del muy ilustre Ayuntamiento de
Buñuel
Muy Señor mío:
Con fecha 15/6/2009 me dirigí al Señor
Alcalde de la villa de Buñuel, para explicarle mi opinión acerca de la
negativa, aunque no quedara constancia, por parte de la administración municipal
de la que usted es el secretario, a que yo mismo y mi esposa, pudiéramos
empadronarnos en el pueblo que nos vio nacer: a los dos, hace más de cincuenta
años.
- ¡He de consultarlo con el alcalde…! Nos
dijo usted
- ¡No, no es posible empadronarles…! A los
pocos días.¡Perversa burocracia…! ¡Infortunados funcionarios…!
Han pasado muchos meses y todavía nos duele allí: en lo más profundo.
Usted entenderá que cuando les contaba a mis
amigos que no me dejaban empadronarme en mi pueblo… no se lo pudieran creer.
Pero Pedro… ¿cómo es posible...? ¿Pero no estás en tu casa… en la de la plaza?
¿En la casa en la que tienes tus cuadros… y los juguetes de tus hijas? ¡Si, sí…
pero…!
Han pasado muchos meses y todavía no se lo
sé explicar a mis amigos.
Hasta el señor alcalde, sorprendido cuando
le preguntaron por la razón por la que no nos habían empadronado, dijo: que se
estaba desayunado con la noticia… y que si le escribía tendría contestación.
¡Vaya que si la tendría…!
Han pasado muchos meses y todavía no me ha
contestado.¡No tenía domicilio…! Dice usted.
Tengo y tenía mi casa. Es la casa en la que llevaba viviendo cuarenta
años y dónde nacieron mis hijas… y los propietarios éramos yo y mis hermanos de
la misma manera que las casa en las que ellos estaban empadronados no era de
ellos sino que era de ellos y mía a partes iguales… ¡que para eso me hizo usted
que le llevara la sentencia que lo confirmaba!
¡Hay unas normas municipales que hay que
cumplir…¡. Se escuda.
Parece ser que hay muchos moros y pocos cristianos.
Puede ser, que mi casa, mañana, sea
considerada casa patera. Estoy seguro que todavía tienen ustedes empadronado a
alguno de mis hermanos en ella.
¡Están enfrentados los dos hermanos y nos
quieren meter al Ayuntamiento en medio…¡ Me dicen que dice como no queriendo
ofender pero ofendiendo.
Que yo quisiera empadronarme en mi pueblo
nada tenía que ver con el hipotético conflicto que tuviera con mis hermanos.
Pues usted no tiene ni idea de lo que teníamos o no teníamos… y si tenía alguna
idea era la idea que le había contado y usted la había compuesto como había
querido… y piensa el fraile que todos son de su aire. Y a mi, cada vez que
usted lo dice y lo repite me afrenta
Y mi esposa ¿con quién estaba enfrentada mi
esposa?
¡Yo no lo conozco de nada…¡
Explicatio non petita acusatio manifesta.
Pues mire usted: estando yo en mi casa,
asomado en la terraza viendo las vacas y escuchando la música de la banda,
pensaba este verano y recordaba: aquel vallado de la plaza la hice yo siendo
adolescente, las barreras de hierro que protegen las bocacalles, las primeras
las hice yo siendo joven y la gente se reía… y seguía repasando y recordando
que: incluso fui yo, cuando ya era un hombre adulto, quien promovió las
acciones judiciales para que quitaran la penitencia con la que cargaban los
niños callados que estaban en la escuela de música. Y también soy yo, el
intrépido que plantó la primera empresa de las que hoy hay en el polígono
industrial… qué quiere que le diga también soy quien ha hecho los cuadros de
madera colgados en alguna pared de la casa en la que usted trabaja.
Y más cosas… que para qué le voy a contar.
¡Ahora puede empadronarse si quiere…¡ Como
si fuera usted quién para darme permiso… 0 ¿es que ahora le han dado permiso a
usted para que me lo dé?
Mi mujer y yo nos queríamos empadronar por
una cuestión de amor a nuestro pueblo natal, a nuestras raíces resecas, a
nuestra adolescencia y juventud transita… y por razones de reconciliación con
nuestro pasado. Apego y recuerdo que nos atraen a una tierra recia, a un viento
austero y a un paisaje con el fondo ocre de las Bardenas… independientemente de
sus gentes y dirigentes.
A mi me dicen que usted es una buena
persona.
Por no echar más leña al fuego, desde esa
condición que dicen suya, creo que ya se habrá dado cuenta de la injusticia que
cometió conmigo y con mi esposa con su sabia decisión. Comprenderá hasta que
punto llegó la humillación que nos regaló sin perder el color de sus mejillas.
Será consciente de la iniquidad con la que nos vimos agraviados cuando quiso
demostrarnos su nivel de competencia.
Adivinará el pobre concepto que de usted
quedó en nosotros.
Yo lo recuerdo funcionario en aquel día, a
la defensiva sin haber ataque. Protegido en la trinchera de su mesa de
despacho, serio y circunspecto, manejando malamente sus pertrechos… y al final,
cogiendo el mismo camino que cogen los medrosos cuando se escabullen.
Pero han pasado muchos meses y usted todavía
defiende su actuación.
Muy atentamente